13 junio 2012

Tepito con sabor a picardía

SEGUNDA PARTE


Los médicos pueden surtir su farmacia y su consultorio, encuentran termómetros que encajan muy bien con su estilo  y gran variedad de medicamentos entre ellos el famoso jarabe de Mipalo y las inyecciones de Mitrocito que a don Silviano Pasas le funcionó muy bien.  Estetoscopios, baumanometros, glucómetros y toda una gama de cajas de medicina que puede adquirir sin receta médica.
En los angostos pasillos del mercado te venden  prendedores de mujer, anillos y medallones de fantasía. Pásate sin vergüenza a los baños porque no tienen puertas, al fin todas tienen lo mismo y de regreso pasa por unos perfumes de importación, pero ¡aguas! que puedes ser timado y en vez de llevarte uno con esencia de membrillo, puede ser esencia de miembrillo. Si lo que buscas son zapatos, aquí también los puede encontrar, hay de todas tallas y colores; según  Agapito Rico, los más vendidos son los cafés con chispas blancas. Tú, ¿calzas chico o grande?
La fayuca en Tepito es como el cereal y la leche, así que saquen sus conclusiones. La venta de  radios, televisores, videojuegos y otros electrodomésticos como planchas con su burro, dejan  grandes ganancias,  más si eres como el pelón encajoso de en medio, que da más caro que todos. A los vendedores se les ve comprando aparatos de dudosa procedencia, que,  para hacer más seguro el asunto a veces las cosas vienes forradas de  hule  o cuero; cualquiera que sea, no importa,  ellos bajan y suben la mercancía sin cansarse… saben que siempre deja dinero.


Intercambio de mercancía y dinero

Concluimos este recorrido por la selva tepiteña con el puesto de pájaros, hay unos chiquititos pero vivarachos y traviesos, otros más grandes y gordos  pero suavecitos porque sus plumas en realidad son pelos ya que acaban de nacer; algunos tienen un pico que engancha a cualquier mujer que se cruce por enfrente. Abundan los pájaros verdes, pero también hay cafés.  Cualquiera que sea su tamaño y su color, llaman la atención de las marchantas, que apenas ven el primer pajarito y se emocionan, mientras más se acercan, más les gustan.
 Sus acompañantes, celosos  se muestran  indiferentes, pero una vez que tienen a un pajarito en sus manos pierden la pena y lo que le sigue.  Si compras uno y no tienes como llevártelo, no te preocupes porque también hay jaulas, la más vendida es una muy novedosa donde se puede meter el pájaro por delante, pero si está haciendo limpieza en la puerta de enfrente, puede meterlo por atrás, aunque el pajarito entra más apretado, pero al final lo consigue y puede descansar a gusto sin que se desplume.
Tepito también es un centro cultural, en Peralvillo hay una tienda especializada en plumas fuente, allí también vive Salvador Gallardo, artista creador de muebles a partir de refacciones en desuso de carros, cuando te sientes en su silla, te sentirás cómodamente relajado por los tubos que tiene.
Frente a su negocio se encuentra la Galería José María Velasco, allí se presentan diferentes exposiciones de los artistas de barrio. Es el único lugar donde se estudia la Licenciatura en Leperatura, la única que se termina de una sola sentada,  es tan placentera que ni cuenta te das de todas las veces que fuiste víctima de la maestra hasta que ella te lo enseña. La profesora es Verdolaga Enmascarada, mejor conocida como la campeona nacional del albur desde el 2007, Lourdes Ruiz.
Tepiteña de nacimiento, que nunca vivió en vecindad, sino en el único edifico del lugar que había antes. Sin embargo, sabe lo que significa vivir en una vecindad ya que sus mejores amigos eran los de la vecindad de al lado.  En su casa, le lavaban la boca con jabón si decía groserías, pero los primeros albures que escucho fueron los de sus abuelos aunque no entendía nada, “Mi abuelita me decía que nunca se imaginó ver  hijas tan grandes; y cuando le preguntaba a mi abuelito si le servía su leche siempre me decía ‘mejor sácame un ra­ti­to al sol’”.
Además de sus abuelos, sus amigos del barrio influyeron en su necesidad de aprender albures porque ella era la única mujer en su grupo de amigos y con frecuencia era su víctima. Con la teoría dada por los chicos del carrito de las nieves,  metió manos a la obra y fue haciéndose de experiencia, hasta que  el albur se convirtió en su forma cotidiana de hablar.
“Hay algunos que dicen alburear, pero lo único que hacen es decir groserías, eso no es albur” Los albures finos son aquellos que van disfrazados en medio de las palabras comunes, haciendo alusión siempre al sexo, generalmente se trata de ofender a los hombres jugando con aquello que los distingue como machos, aunque las  mujeres no se escapan de ello. Este es el verdadero arte de los albures.
Alburear no es tarea sencilla, como Manuela misma ha dicho: vine al taller porque estoy harta de no entender a mi esposo.  El albur implica un ejercicio mental de los dos hemisferios del cerebro, la concentración que se necesita para sostener una conversación alburera sin perder el ritmo y la cabeza es equivalente a la que se necesita en una partida de ajedrez. “Cuando la otra persona está hablando, tu ya debes tener la respuesta y predecir lo que te dirá” asegura Lourdes Ruiz.
Por la licenciatura han pasado muchas generaciones, la mayoría de los estudiantes son jóvenes fuereños, señoras del barrio, uno que otro comerciante y tres niños. Aunque la maestra no es feminista, prefiere a las mujeres como alumnas que a los hombres, pero cualquiera puede asistir. No tiene costo, ni edad mínima de ingreso, el único requisito es que ya tengas peleas en el coliseo o al menos el criterio amplio.
El sueño de la maestra es que su licenciatura se imparta en las escuelas  de la SEP, no sólo en la Galería, “si se enseñaran albures en las escuelas, los niños serían una chingonería en matemáticas y física porque al practicarlos la mente se vuelve más ágil”.
“Lo importante en esta vida es saber levantarse de las caídas, dar la cara a los problemas y reír, la recomendación que yo les doy es que se lo cuiden… el espíritu” finalizó Lourdes Ruiz.
 Si después de leer esto, sigues intrigado porque no conoces las inyecciones de trocito, ni las enchiladas de hoyo y tampoco encuentras al pelón encajoso de en medio; lo recomendable es que asistas al taller de albures finos para ampliar tu criterio. Recuerda que una vez que conoces Tepito, te va a gustar.

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