09 abril 2009

Corrección del manuscrito

Una vez que el manuscrito fue aceptado, el siguiente paso es la corrección de este.

La función del corrector es ayudar al autor a presentar las ideas escritas de manera nítida, ordenada y eficaz. Además debe presentar el trabajo limpio, corregido con precisión y marcadas en él claramente las instrucciones para el tipógrafo, con la finalidad de que las correcciones posteriores se reduzcan al mínimo.

El corrector toma en sus manos todas las decisiones editoriales desde el momento en que la imprenta decide publicar el manuscrito listo para ser enviado a tipografía. Existen siete categorías de corrección:

Legibilidad: cada letra y cada palabra debe ser clara y legible.

Unificación: el texto debe ser uniforme en cuanto a la ortografía, puntuación y uso del lenguaje.

Gramática: tratar de establecer qué es lo correcto o incorrecto en un idioma, sin embargo, esto es una tarea difícil

Claridad y estilo: es otra labor difícil, ya que si no existe un error obvio, el autor puede reclamar el respeto a su estilo de escribir

Veracidad de la información: el corrector no cuenta con todos los elementos para comprobar todo el contenido del texto, sin embargo cuenta con los suficientes conocimientos para dudar de algunos datos presentados en el texto.

Propiedad y legalidad: es responsabilidad del corrector observar a detalle cualquier cosa del manuscrito que pueda violar las leyes nacionales o esté en contra de la política editorial de la empresa, la decencia y la propiedad.

Detalles de producción: el corrector debe cerciorarse de que el manuscrito esté totalmente completo, incluyendo portada, tabla de contenido, prefacio, pies de página, etc.

Las herramientas del corrector son en primer lugar la inteligencia y la capacidad visual de detectar errores. Entre las herramientas tangibles encontramos lápices de colores, tijeras, pegamento o cinta adhesiva transparente y libros de consulta.

Se realizan dos lecturas de las pruebas; la primera son las pruebas galeradas, es decir, del texto antes de la formación de páginas, y, después, las pruebas compaginadas, cuando se hayan incorporado las correcciones y formado las paginas con su folio correspondiente. No obstante, algunas ocasiones resulta necesario leer dos o más veces tanto las pruebas galeradas como las compaginadas, sobre todo en los países en los cuales las imprentas tienden a ignorar sus responsabilidades en la corrección y las propias editoriales no dan mucha importancia al estado en que envían sus manuscritos al tipógrafo.

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